jueves, 18 de octubre de 2018

Frases favoritas de libros

Los juegos del hambre de Suzanne Collins:

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 Effie Trinket vuelve al podio, alisa el trozo de papel y lee el nombre con voz clara; y no soy yo. Es Primrose Everdeen. (Katniss)

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"¿Por qué él?" pienso. Después intento convencerme de que no importa, de que Peeta Mellark y yo no somos amigos, ni siquiera somos vecinos y nunca hablamos. Nuestra única interacción real sucedió hace muchos años, y seguro que él ya la ha olvidado; sin embargo, yo no, y sé que nunca lo haré. (Katniss)

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-¿Un chico guapo como tú? Tiene que haber una chica especial. Venga, ¿cómo se llama?
-Bueno, hay una chica-responde él, suspirando-. Llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy bastante seguro de que ella no sabía nada de mí hasta la cosecha.
La multitud expresa su simpatía: comprenden lo que es un amor no correspondido.
-¿Tiene a otro?
-No lo sé, aunque les gusta a muchos chicos.
-Entonces te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. Así no podrá rechazarte, ¿eh? -lo anima Caesar.
-Creo que no funcionaría. Ganar... no ayudará, en mi caso.
-¿Por qué no?- pregunta Caesar, perplejo.
-Porque... -empieza a balbucear Peeta, ruborizándose-. Porque... ella está aquí conmigo.

*
-Katniss- me llama. Me vuelvo y le aparto el pelo de los ojos-. Gracias por encontrarme.
-Tú lo habrías hecho de ser al contrario- respondo.
Tiene la frente ardiendo, como si la medicina no tuviese efecto. De repente, sin más, me asusta que se muera.
-Sí. Mira, si no regreso...- empieza.
-No digas eso, no he sacado todo ese pus para nada.
-Lo sé, pero, por si acaso...- intenta seguir.
-No, Peeta, ni siquiera quiero hablar del tema- insisto, poniéndole los dedos en los labios para callarlo.
-Pero...
Siguiendo un impulso, me inclino y lo beso para que deje de hablar. De todos modos, es algo que seguramente tendría que haber hecho ya, puesto que, como bien dijo, se supone que estamos locamente enamorados. Es la primera vez que beso a un chico e imagino que tendría que causarme alguna impresión, pero solo noto que sus labios tienen una temperatura poco natural por culpa de la fiebre. Me aparto y lo arropo con el borde del saco.
-No te vas a morir. Te lo prohíbo, ¿vale?
-Vale- susurra él.

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